LUIS CISNEROS, ESCRITOR PERUANO

Luis Cisneros es un escritor peruano nacido en el Cusco y radica en Buenos Aires Argentina, desde hace muchos años, ha publicado muchos trabajos, especialmente cuentos con temática andina y peruana.

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Location: Cusco, Cusco, Peru

Escritor, promotor cultural, artista plástico e ingeniero químico, dedicado a la creación y producción cerámica. Ha publicado obras sobre temas de cultura, poesía, historia, química y geometría.Web:www.kutiry.org, email:jgutierrezsamanez@yahoo.com.

Wednesday, August 09, 2006

Luis Cisneros Barrios, Escritor cusqueño que triunfa en Argentina


(Artículo publicado el el diario "El Comercio" del Cusco, sábado 5 de agosto del 2006)

Escribe: Julio Antonio Gutiérrez Samanez
Casi desconocido en su propia tierra a la que añora y recuerda en cada uno de sus cuentos ejecutados con magistral oficio, el narrador Luis Cisneros Barrios, cusqueño, radicado en La Argentina, hace cuatro décadas, ha publicado varios libros de cuentos y novelas en ese país austral, donde se acoge lo peruano y especialmente lo cusqueño con especial unción. Cabe recordar que La Argentina de Belgrano acogió al Inca Juan Bautista Tupac Amaru, a su retorno a tierras americanas, después de cuarenta años de cautiverio en las prisiones de Ceuta, en el África. La inmortal escritora indigenista cusqueña Clorinda Matto de Turner, se exilió en ese país, después que la turba pierolista, incendiara su casa y destruyera su imprenta, tras la caída del régimen cacerista en 1895, Clorinda, con apoyo de Argentina recibió los lauros y el aplauso universal, en su viaje por Europa, como transluce en su obra “Viaje de Recreo”.En 1923 viajó a Buenos Aires la “Embajada Cultural Cusqueña” presidida por el ilustre intelectual Luis E. Valcárcel, que fue acogida triunfalmente en el Teatro Colón donde se representó el drama incaico “Ollantay”. En esos años el Musicólogo cusqueño Policarpo Caballero investigó y publicó su obra “Influencia de la música incaica en el cancionero del norte argentino” y, otro cusqueño, el padre Jorge A. Lira, publicó, con la Universidad de Córdoba, su famoso “Diccionario de la Lengua Kechua”. No es raro, pues, que el talento cusqueño sea reconocido y admirado en aquel país que tiene nuestro Sol de los Incas en su pabellón nacional, de allí que Luis Cisneros, con sus obras: “CON LAS ILUSIONES FUERA DE FOCO” (1999) o con “A ORILLAS DEL VILCANOTA” (2001), haya conquistado el interés del público lector, logrando un lugar en la narrativa argentina y latino americana, hecho que debe enorgullecer a sus paisanos.No se trata de un aficionado que de buena voluntad o por “chichazo” logra el favor de los lectores. No. Una vez leídos y estudiados, los cuentos de Cisneros nos revelan un mundo trabajado con arte y disciplina, un oficio pulido y pulcro, que ofrece en forma de giros, metáforas poéticas, expresiones del habla popular cusqueña, sus retruécanos y modismos, etc. En el fondo nos proyecta una dura crítica al sistema feudal de explotación cruel que imperaba en el Perú antes de la Reforma Agraria impulsada por el gobierno de Velasco Alvarado. En estos relatos, la denuncia de Cisneros al gamonalismo serrano en el cuento “Gregorio Pic”, recusa la malignidad de los gamonales por el abuso contra un niño indígena, hecho que marca el destino del personaje narrador para luchar a favor de los desvalidos.En otro cuento, “Así era ella”, el lector, aguijoneado por los constantes abusos perpetrados por la policía en contra de un inocente, recibe la placentera sensación de venganza, por la confesión que hace el ex-reo al cura del pueblo, rebelándole que fue su mujer -la recién fallecida-, la que había envenenado a los custodios policías que lo habían torturado para que se autoinculpara por un crimen que no cometió.“Un mentiroso” es un cuento surrealista, pues unos extraños hurtan las pertenencia del personaje protagonista y al volver este a su casa encuentra a los ladrones posesionados en ella, pero toda la casa estaba llena de palabras escritas en relieves que explicaban el significado de cada cosa, la lectura nos recordó la peste de insomnio en “Cien Años de Soledad” de Gabriel García Márquez.En el cuento “El padre Joaquín Ureta” Cisneros saca a relucir su alma cusqueña, pues trata de temas de “aparecidos” o almas en pena que conocemos como “condenados”. Cuentos con los que nos entretenían o asustaban las abuelas en épocas en que la luz eléctrica era escasa. Un cura, después de muerto, le “apareció” al protagonista del cuento, galopando en su caballo.En “Hasta esa suerte he tenido”, el lector atribulado, presencia, junto con el protagonista, la paliza que unos hermanos propinan a un patrón abusivo, como él no intervino, la represalia fue para los hermanos, aunque él mismo recibió una tanda de palos y patadas para que vaya a reconocer los cadáveres de los insolentes y recibir un obsequio por su ayuda.“A la entrada del infierno” es un divertido y aleccionador cuento referido a todo un pueblo que se defiende de la ponzoñosa e insidiosa práctica llevada por un abogado ganster, que sembraba la cizaña en un pueblo acostumbrado a vivir en concordia, pues este abogado estaba haciendo eso de “pueblo chico, infierno grande”. Al saberlo, un segundo abogado, decidió volver por su camino sin revelar su identidad y mucho menos su profesión.“Tirar por la borda”, produce un aflojamiento de estómago y ganas de arrancarse los cabellos, pues, el joven protagonista, en su ignorancia supina, terminó quemando y deshaciendo la herencia de antigüedades, muebles, cuadros. Imágenes en bulto, lienzos y esculturas coloniales que su abuela había dejado al fallecer. El intonso heredero redujo a cenizas lo único valioso de su herencia que él consideró “basura”. Este cuento es, a la vez, una metáfora de cómo en la actualidad, cada día, estamos destruyendo y descaracterizando la belleza de nuestra ciudad.El cuento “La hijastra de Amílcar Avendaño” nos recuerda a Pedro Páramo de Rulfo, el personaje principal llega a un pueblo fantasma y es alojado en una casa de condenados. A media noche llega una bella joven que le pide cobijo, el joven la aloja y de tanto conversar, termina seduciéndola y amándola. Al día siguiente se enteró que esa mujer era la joven que había sido violada y asesinada por su tío, hecho acaecido hacía un año. El forastero también murió ahogado en el mismo río.Del mismo estilo es “Hijo mío la felicidad no existe”, donde el protagonista viaja de retorno a su lejano pueblo y, en sueños, vuelve ver a su difunta madre quien le dice: “hijo mío, la felicidad no existe”. Al día siguiente va al cementerio para adornar con flores la tumba de su madre y allí encuentra a un anciano que había sido su maestro, y platican sobre el significado de los sueños. Al volver al pueblo, se entera que dicho maestro había fallecido hacía ya años.“Porque aún latía su corazón”, es una historia trágica de amor. Después de un golpe de estado, en el país, deponen a un dictador. Al saberlo, en un lejano pueblo del interior, los ciudadanos se levantaron a favor del nuevo gobierno y designan como nuevo gobernador a un joven que tenía amores ocultos con la hija del antiguo gobernador. Esa misma noche, el joven, ansioso de darle la primicia a su furtiva novia, sorprendido entrando a la casa, muere abaleado por los guardias que custodiaban la vivienda del viejo gobernador.“La sombra de un puñal”, es la venganza por la traición de un cadete que enamoró y embarazó a una bella joven de un pueblo, para luego olvidarla con el fruto de sus amores. Cuando el cadete volvió al pueblo, después de la muerte de sus padres, es apuñalado y muerto en su propia casa, posiblemente por la propia mujer. La familia de esta se fue a vivir a la hacienda de los padres del cadete que había sido comprada a sus padres, antes que estos murieran.“El círculo de Seistán está completo”, narra un episodio político autobiográfico del autor, cuando un grupo de jóvenes militantes de un partido político proscrito, iluminaron una montaña cercana a la ciudad con las siglas de su partido, justo en la noche en que decepcionaban por su llegada al presidente de la nación. Como consecuencia, muchos jóvenes fueron arrestados y pasaron buen tiempo encarcelados.“Ella no le pudo dar un hijo”, un pescador de merluzas, es decir de muy bellas féminas, termina casándose con una bella joven que no le da hijos, por lo que la repudia, divorciándose; sin embargo, se supo la verdad: el estéril era él. La pobre mujer no se volvió a casar pero tuvo mellizos con un valluno.Esta es una brevísima reseña del primer libro de Cisneros, curiosamente, mientras los literatos cusqueños tratamos de desterrar los localismos, quechuismos, expresiones tradicionales etc., en el afán de parecernos más universales,-más por el temor a la crítica limeña, siempre implacable y dispuesta a desterrar a los “provincianos”-, Cisneros hace gala de esos recuerdos, tiene el mismo síndrome del Inca Garcilaso: la nostalgia; que hace que se aferre a su memoria, a sus recuerdos íntimos, a su lenguaje, a los giros idiomáticos locales o cusqueñismos, que afloran en su escritura con la fuerza de la necesidad, como un sello inconfundible de identidad, como timbre de orgullo. Y no es, precisamente, por eso, que sus cuentos son “cusqueños”, sino, por su fondo, su contenido, su espíritu; pues, expresan la fraternidad humana, se conduelen por los oprimidos y ansían liberarlos; sus escritos conmueven, sublevan el alma, llevan algo subversivo por naturaleza intrínseca, por eso son cusqueños … cusqueñísimos. Distan de la bazofia literaria atesticulada, de tanto escribidor que exuda tinta con olor a dólares; porque escriben por encargo y ofrecen su pluma como hembras de alquiler a cualquier postor. Por ello, por la idoneidad, la franqueza de su verbo y la firmeza de sus convicciones es que reivindicamos el “cusqueñismo y peruanismo de la literatura de Luis Cisneros Barrios, así sea escrita en la pampa argentina, en las estepas de Rusia o en las montañas del Himalaya.Pero, como todo no puede ser color de rosa, es preciso, reprocharle cordialmente al amigo Cisneros, diciéndole que su visión cuentística es un tanto unilateral y pesimista, por estar anclada en el pasado; un pasado por demás vergonzante y derrotista, cuando imperaba el autoritarismo, la prepotencia y la impunidad; además, por su alejamiento de cuarenta años, ha guardado en su memoria una sociedad feudal que el proceso histórico ya ha superado, ya no existe el gamonalismo abusivo de esos años, ahora, después de dos décadas de terrorismo y gobiernos corruptos, después de setenta mil muertos, el peruano, el andino del Cusco y del valle del Vilcanota ha demostrado su vocación pacifista y de progreso, su apuesta por la vida. Ya surgen empresas campesinas, los nuevos propietarios de la tierra, que, ante el desafío de la globalización, ajustan sus productos a las exigencias de la demanda y entran a competir en el mercado mundo, haciendo rentables y competitivos sus productos. El paisaje social que narra nuestro caro amigo, es una pesadilla que quedó atrás. Ahora, por la incesante lucha social el campesino está organizado; la combatividad de los desposeídos y la solidaridad de clase, han alcanzado frutos, valores y paradigmas dignos de otra narrativa, más positiva, más entusiasta y triunfante, que sería bueno desarrollar como innovación en las letras. Estamos dejando lo sombrío y doloroso; la alegría, el buen humor, la risa, que siempre fueron elementos constitutivos de nuestra mentalidad, aún en las circunstancias más adversas, se abren paso, haciendo más llevadera la vida, innovando con creatividad y abonando los fértiles campos de la patria: la Qashua o fuga alegre del huayno desplaza al doloroso yaraví.Por eso, entre los nuevos elementos narrativos están, por ejemplo: el brichero, ese enamorador simpático e imaginativo “cazador” de gringas; el viajero impenitente que revela historias y anécdotas de sus relaciones interculturales en otras latitudes, razas y costumbres; el investigador y recreador de mitos, leyendas de una oralidad andina quechua que se hallaba perdida y en proceso de extinción.El síndrome colonial, está siendo curado en el alma andina; la disonante y destemplada cultura “Chicha” (del alcoholismo y el derrotismo del “sufre peruano, sufre”) de las masas populares desbordadas y traicionadas por los gobiernos corruptos, comienza a dar frutos maduros en el pensamiento, el arte, las letras. Y esta cultura indo-mestiza, atropellada y vilipendiada, comienza a reflexionar para entenderse a sí misma y recuperar su fuerza e identidad, haciendo uso de los medios más modernos, enfrentando con inteligencia positiva la globalización impuesta por el imperio del Dólar, y está apropiándose de medios como el Internet.La gran serpiente, el alma y el cuerpo del “Inkari” se unifican debajo de la tierra, el ciclo del renacimiento o Pachacuti, está por cumplirse. Los hombres andinos ya tenemos el mito unificador que sacudirá la tierra para reformarla, por que un nuevo “Taqui Oncoy” ha preñado a la vida para producir más vida. Por todo ello, una literatura tan buena y tan bien lograda como la de Luis Cisneros, no puede ser ajena a esta epopeya.

Sunday, April 23, 2006

Las Alasitas

(Cuento de Luis Cisneros Barrios)
Para Enrique Vázquez
En ese entonces, nos hallábamos en plena época de secas. Yo viajaba solo, iba por la puna, lo hacía en el viejo vehículo que la empresa me había proporcionado. Avanzaba a los tumbos por un pedregoso camino que se empinaba hacia el infinito. Me rodeaba un aire tan puro que resultaba empalagoso de absorber. Hacía horas que me hallaba en esas llanuras interminables y frías donde los ámbitos parecían haber sido creados para la presencia divina o tal vez para la final comparencia de la raza humana. En ese silencio, el motor de mi vehículo gemía con la angustia de una huallata a la que, en un descuido, le hubiesen birlado el nido.
En aquel tiempo trabajaba yo como viajante de comercio. Recorría el sur del país ofreciendo diversos tipos de galletas, principalmente las “Galletas de minero”. Así se denominaban a las más duras y posiblemente las únicas que carecían de sabor. A pesar de lo insípidas, constituían el principal alimento que todo arriero o pastor atesoraba en sus alforjas.
De pronto, allá, a lo lejos, a un costado de la carretera, vi que algo se movía; a medida que me acercaba pude constatar que se trataba de un campesino que, con gran dificultad, cargaba una pesada bolsa a la espalda. Me detuve a su lado y abriendo la portezuela del vehículo me ofrecí para llevarlo. Mitad en quechua y mitad en castellano, se deshizo en agradecimientos. Efectivamente la carga debió ser pesada ya que al depositarla en el piso del coche, el peso balanceó fuertemente el vehículo.
“Voy a Puno” –le dije y agregué - “Si usted quiere, puedo llevarlo hasta allá.” El hombre, como mucha gente de esa zona, hablaba mezclando el quechua, el castellano y a veces también el aimará. No recuerdo bien las palabras que utilizó, pero para evitar errores idiomáticos trataré, con algunas excepciones, de contar su conversación como si sólo me hubiese hablado en castellano.
- “ Gracias caballero por su gentileza - me dijo sonriendo Voy aquí nomás, a medio kilómetro”
Yo sabía que en esas zonas, medio kilómetro puede entenderse tanto como cuatro, cinco o diez. En general, es una expresión que indica solamente lejanías.
- “ ¿Que lleva tan pesado? ” - le pregunté, más que nada por hablar de algo, después de tantas horas sin haber pronunciado palabra alguna.
- Hallpa – me dijo, pero al creer que ignoraba el quechua inmediatamente tradujo al castellano: es tierra.
- ¿¡Tierra!? - pregunté sumamente sorprendido. Imaginé, por un instante, que tenía de acompañante a un loco o tal vez a un fanático creyente, transportando alguna de esas promesas absurdas.
- Arcilla sumac, buena. Por aquí escasean las arcillas buenas... He tenido suerte de encontrar la mejor. No quiero que los otros descubran de donde la saco... Usted sabe que todo lo bueno se despilfarra.
- “¿Quiénes son los otros?” - le pregunté algo sorprendido.
- “¡Ah, claro!¡claro!...Los otros alfareros, pues... ¿No oyó hablar del torito de Pucará? De aquí y... de mis manos saldrán los más lindos, ya verá” – mientras lo decía, golpeó la bolsa de tierra, con cariño... “Vivo en Las Alasitas. Allí, quien no trabaja con lana lo hace con arcilla, sabe. Casi todos los cacharros que se venden en el Cusco y Puno, los fabricamos aquí... Si aún no conoce el pueblo, por qué no se da una vueltita, vaya pues, le va a gustar nomás... además ya mañana empieza la feria. Algo habrá que le pueda interesar.”
Continuamos el viaje dentro de un extraño recogimiento mientras arriba el azul del cielo, más intenso a cada instante, intentaba abrumarnos con la pureza de su aire.
- Señor, me dijo mi acompañante, estamos por llegar, ahicito está el cruce.- Efectivamente, de inmediato, llegamos a un pequeño desvío donde el camino al angostarse se perdía en la llanura. Había cumplido mi trabajo en tiempo y como no tenía apuro por llegar a destino, pensé conocer aquel pueblo que me abría una posibilidad comercial. Siendo así, no me costaría nada acercar al alfarero a su destino. Al saberlo, sonrió complacido y bendijo mi presencia.
A los pocos minutos de recorrer el desvío, mi acompañante me señaló una vivienda campesina recostada sobre el borde del camino. “ Esa es mi casa. Pare acá nomás. Usted siga medio kilómetro y detrás de esa loma, a la derecha, encontrará el cementerio, pero más allacito verá el pueblo. No se vaya por favor sin despedirse; le tendré preparado un recuerdo”. – me dijo – mientras alzaba con dificultad la bolsa y reiteraba sus agradecimientos.
Reanudé la marcha y al dejar atrás el cementerio y superar la loma, quedé estupefacto, sorprendido. Sin apagar el motor que parecía ahogarse, descendí del vehículo y me puse a contemplar aquel pueblo inaudito, aquel espectáculo inenarrable, aquel grupo de construcciones irracionales. Por largos minutos permanecí inmóvil. No daba crédito a lo que veía. Sabía que me sería difícil explicar la existencia de un pueblo con aquellas características y decidí internarme en Las Alasitas, que a mí me parecía un vestigio de Babel. Las casas que tenía en frente de mí, planteaban un contrasentido en medio de la inmensidad del paisaje. Parecía un pueblo donde la locura de sus habitantes hubiese aflorado en edificios, diré rascacielos si de alguna forma debo definirlos. Eran construcciones que indiferentes a la inmensidad de la puna, se apiñaban en pocas calles arrebatándose y disputando el espacio de los cielos.
A medida que me acercaba al pueblo pensaba en la estupidez de aquellos campesinos. Recordé haber conocido algún demente en las ciudades donde viví con anterioridad, pero nunca pensé que todo un pueblo en su conjunto pudiera perder la razón. No dejé de pensar en la posibilidad de una huída acelerada, lo haría en cuanto alguno de aquellos locos se abalanzara para atacarme. Sin embargo, no fue así, al preguntar por la razón de las enormes construcciones, un comedido me explicó que las mismas constituían promesas hechas al Santo Patrono, cuya imagen coronaba el cerro Las Alasitas. Estaban convencidos de que gracias al cumplimiento de las promesas, el santo los ayudaba, así era que la producción de cerámicas y tejidos, respondiendo a diversos pedidos, aumentaba constantemente, lo que, por su puesto traía un bienestar económico al pueblo.
Las promesas consistían en edificar, en señal de público agradecimiento, uno o dos pisos más sobre la propia vivienda. Así se habían levantado casas de siete u ocho pisos con la perspectiva de seguir construyendo a medida que continuaran las promesas. Esto en cualquier ciudad moderna hubiese constituido una señal de progreso, pero allí en la puna, donde no existía hierro ni cemento y todo se hacía con adobes de barro, esos edificios constituían un latente peligro de desmoronamiento. Ante las inclinaciones, fisuras y agrietamientos que presentaban algunas paredes, a partir del segundo piso las viviendas no se habitaban.
Luego de recibir el regalo que el ceramista me tenía preparado retomé mi viaje, pero no dejaba de pensar en el peligro al que estaban expuestos los habitantes de aquel pueblo de ignorantes. A medida que me acercaba a la ciudad de Puno, tome la principal carretera, ésta se hallaba asfaltada señalizada y con profusión de letreros de conocidos productos multinacionales, fue entonces cuando comprendí que lo que había visto en las Alasitas era solamente una muestra de la estupidez humana porque aquel accionar no difería del que usaban los imperios acumulando armas o el de las grandes compañías las que crecían día a día construyendo fortunas que no servían a nadie, esos gigantes edificios del poder económico y armamentista, pensé, también un día, se vendrán abajo aplastando a la humanidad entera.

Saturday, April 22, 2006

Reglas largas y puntiagudas (cuento de Luis Cisneros)

“ Fue una mañana de noviembre cuando el pueblo se despertó con la noticia de que el alcalde había muerto. En ese momento nadie sabía si se había suicidado o si alguien lo había ahorcado. Lo único cierto era que su cuerpo colgaba en un balcón, no precisamente el de su vivienda, sino en el de una conocida cucufata.
Al oír la noticia, la gente saltó de la cama y corrió a verlo. No era para menos, cualquiera en el pueblo tenía motivos suficientes para odiarlo. Así fue que los cholos a medio vestirse disparaban por las calles, a los empujones y en carga montón. Lo hacían como si, en algún lugar, estuvieran repartiendo esperanzas y tuvieran miedo de llegar tarde aunque más no fuese para recibir una sobra.”
- Permítame que lo interrumpa, pero no puede contar cuentos usando metáforas. No es correcto.
- Perdónenme. Se me escapó. De todos modos, no era una metáfora, sino sólo una comparación, un símil.
- Tampoco están permitidos. Tache todos. Vamos prosiga.
“...Bamboleándose suavemente al viento, se encontraba el cuerpo desnudo, amarillento, grasoso e impúdico de quien había sido el hombre más aborrecido de la quebrada.”
- Pare el cuento. ¡Es incorrecto usar tanto adjetivo! Hay épocas, estilos. Si quiere que lo sigamos atendiendo ¡actualícese! Sepa que nos consideramos críticos inteligentes y con su relato, si así se lo puede llamar, lo único que hace es agredir de continuo nuestra sensibilidad.
- Mil disculpas. No me di cuenta. En verdad lo siento.
- Bueno, bueno, continúe.
“Lo que sorprendía no era tanto su desnudez, ni siquiera la expresión y el color que había tomado su rostro, sino unas manchas rojas en el bajo vientre igual que si alguien, con una brocha, le hubiese pintado los genitales.
Los pobres allí reunidos, en silencio, contemplaban el cadáver y rememoraban las perradas e injusticias de que habían sido víctimas a manos de aquel déspota que colgaba del cuello y aunque ninguno lo exteriorizaba a viva voz, el corazón de cada quien saltaba de contento como pichitankas entre los maizales.”
- Otra vez comparaciones, no señor, no... No puede seguir en esa forma. ¡Esto es basura!
- Les vuelvo a pedir perdón. Es una mala costumbre que tengo. Seré más cuidadoso. Se los prometo.
- Si es así, prosiga, pero no sea tan extenso ni se haga el interesante, recuerde que la tendencia actual es el minimalismo con un toque de aburrimiento.
- Desde mi punto de vista, lo que este relato necesita es algo de sexo.
- Tengan paciencia. Intentaré darles gusto.
“...A las cansadas llegó el comisario, miró el cuerpo amoratado y como quien entendiera de ahorcamientos, observó detenidamente pequeños detalles como la altura a la que se hallaba el occiso, la distancia de éste a la pared y sobre todo, el reguero de gotas rojas que parecían ser de sangre y que habían caído sobre la vereda. Luego, ante la expectativa de los mirones, golpeó con decisión la puerta. En ese instante, el sol que había estado remiso, apareció brillante. Jugueteando con luces y sombras formó, en el suelo, extrañas figuras y vistió el cuerpo inerme con manchas negras y amarillas. Fue cuando el cachaco, cansado de golpetear la madera, forcejeó la cerradura que, al abrirse, dejó a los concurrentes con el alma desbarrancándose entrañas abajo. Quién salía macilento, tembloroso y con las manos manchadas de rojo era el cura del pueblo. Miró asustado al policía y avanzó trastabillando como queriendo escapar, aunque, en realidad, por su aspecto, parecía más bien, estarse hundiendo en las chinganas del remordimiento y la congoja...”
- ¡Basta, señor, basta, basta, esto no puede continuar! Usted sigue con las comparaciones, las metáforas, los adjetivos, los lugares comunes y ahora como si fuese poco, también gerundios... ¡Vamos! Le habíamos advertido que eso estaba terminantemente prohibido. Recuerde que todo ha cambiado, que las utopías han desaparecido, los muros han caído y por ende hay un estilo nuevo para escribir. No importa que usted viva en el tercer mundo, la literatura no tiene por qué ser un producto subdesarrollado ni una cursilería... Por otro lado, usted nos había prometido cambiar, adaptarse... ¿Nos está mintiendo o es que no nos entendió?
- Mintiendo no, en absoluto, señores... Discúlpenme. Yo sólo quería contar un cuento.
- Si quiere contar cuentos aténgase a las modernas reglas. Por ahora no lo podemos seguir escuchando.
- ¿No sería posible que... en atención a los lectores yo terminara el relato?
- ¡No y no!...¡Ni se atreva!

Friday, April 21, 2006

"Con las ilusiones fuera de foco"

El escritor Luis Cisneros Barrios, autor del libro de cuentos "Con las ilusiones fuera de foco" (Bs. As. 1999), es un autor nacido en el Cusco - Perú; desde hace años radica en Buenos Aires, Argentina, donde ha publicado sus trabajos en el género literario del cuento, en su temática relucen los motivos de su infancia y juventud en su tierra natal.
Cisneros, es dueño de un estilo peculiar de narrar, tiene una alta calidad y pulcritud en la técnica, lo que confiere facilidad a la lectura. El corte social y de protesta por las condiciones de vida de los desposeídos de la época del gamonalismo y la feudalidad, genera en el lector diferentes estados de ánimo y rechazo a la injusticia. Sus escritos tienen un mensaje humano profundo. Todo ello hace que Cisneros sea uno de los mejores narradores cusqueños de la hora presente. Su larga estadía en tierras argentinas ha hecho que su obra y talento sean poco conocidos en su propia tierra natal; sin embargo, con la presencia de sus trabajos en esta ciudad del Cusco, enviados por él mismo a sus conciudadanos escritores y críticos literarios, el reconocimiento a su labor no se hará esperar. (Julio antonio Gutiérrez Samanez)